Otra gran nota de Ariel Torres para Tecnología de La Nación.
Muy útil para cuando enseñamos uno de los ejes de #LaInformáticaComoMateria: Los sistemas informáticos y sus tecnologías. Ya que deja claro que un smartphone es una computadora y describe cada uno de sus componentes.
Muy útil para cuando enseñamos uno de los ejes de #LaInformáticaComoMateria: Los sistemas informáticos y sus tecnologías. Ya que deja claro que un smartphone es una computadora y describe cada uno de sus componentes.
Cultor de una práctica antigua y temeraria, cuando me dijo la marca y modelo del smartphone que le habían dado en la oficina, observé:
-No creo que te vayas a llevar bien con ese teléfono.
-¿Por qué?-Porque tiene 1 GB de RAM.
Lo tomó con algo de escepticismo, en gran medida porque a nadie le gusta recibir malas noticias. Una hora después, me escribió en WhatsApp:-Estoy por estrellar este teléfono.
Preferí no añadir nada. Lo conozco. Lo de "estrellar este teléfono" no es, en su caso, un uso figurado. Bueno, sí, lo es, pero apenas. Un poco más tarde, me informó:-No anda la navegación satelital.
-Sí que anda. Lo que no funciona es la navegación satelital con todo lo demás que ya instalaste en ese teléfono.
-Bueno, pero son cosas que necesito.
-Lógico. Por eso existen teléfonos con más RAM.
En la misma semana, otras 11 personas me vinieron a preguntar si el androide que pensaban comprar estaba bien. En dos de esos casos, apunté que el equipo tenía poca memoria. Es raro. Viene pasándome lo mismo desde hace casi 30 años, sin cambios. Se trata de esto: una persona me consulta si está bueno el dispositivo (PC, notebook, netbook, smartphone, bicicleta inteligente, etcétera) que se va a comprar, y si argumento que no, por el motivo que sea, suelo recibir una réplica. Una de las personas antes mencionadas observó:
-No, tiene 16 gigas.
-Eso es espacio de almacenamiento. De memoria RAM tiene 1 GB.
-Ah -aceptó, con cierto disgusto. Lógico. Resulta de lo más decepcionante que te detonen la ilusión. Además, muchos fabricantes ponen juntos ambos valores en la categoría "Memoria". Confuso, como mínimo.
El "Ah" en el párrafo anterior tuvo un significado adicional, bien claro en lo gestual: "No sé de qué estás hablando".
Allá vamos.
Las mismas reglas
Tu teléfono no es un teléfono (creo haber dicho esto en otras 27.000 notas). Es una computadora de propósito general.
Si fuera un teléfono celular nunca notarías que se pone lento, que no responde, que se cuelga. Los veteranos recordarán la época (hará unos 10 años) en la que los celulares eran sólo teléfonos y las computadoras eran, bueno, computadoras.
Actualizar la PC o la notebook lo llevaba a uno a revisar conceptos como generación, número de núcleos y velocidad del microprocesador, cantidad y velocidad de la memoria RAM, y tamaño (eventualmente, también velocidad) del disco duro.
En cambio, al teléfono sólo lo cambiabas por un modelo más chico y liviano o por uno con pantalla a color y pixeles grandes como galletitas de agua.
Los smartphones cambiaron ese estado de cosas y ahora los celulares se rigen según las mismas reglas que las computadoras. O casi.
Acceso aleatorio
Es decir, los componentes más relevantes para su buen desempeño (o sea, para que no se ponga lento como una babosa en reversa) siguen siendo la memoria RAM, el espacio de almacenamiento y el procesador. En ese orden.
Que es exactamente el orden inverso en el que solemos (y suelen los vendedores) jerarquizar estos factores. A la RAM ni le prestamos atención, en otras palabras. En algunas tiendas en línea, según he visto, ni siquiera se menciona este dato en la descripción de los modelos. Y todo bien si el teléfono tiene una pantalla grande como una lona playera, pero con poca RAM no la vamos a poder usar para mucho.
Es fácil entender por qué ese numerito (1 GB, 2 GB, 3 GB) es tan importante.
El microprocesador es el que hace el cómputo. Hace cálculo aritmético, ejecuta micro instrucciones y así. Es el cerebro del dispositivo.
El disco duro guarda documentos, programas, el sistema operativo, controladores y demás. Por eso, en los teléfonos (que no tienen un disco mecánico) se lo llama "Almacenamiento"; usan el equivalente a los discos de estado sólido (SSD, por sus siglas en inglés) de las notebooks. Es decir, memorias flash (como los pendrives, digamos). Son chips de memoria, pero se usan para almacenamiento de largo plazo de datos. No como memoria RAM. Ah, ¿y cuál es la diferencia? Buena pregunta.
Prácticamente todo lo que el cerebro electrónico ejecuta está guardado en el disco duro. Pero hay un problema. El disco (incluso un SSD) no puede entregar datos a la velocidad a la que funciona un microprocesador. Ni cerca, digamos. Hasta el más perezoso de los microprocesadores vuela, en comparación con los medios de almacenamiento. (en un smartphone hay diferencias entre el espacio donde se almacena el sistema operativo -Android, por ejemplo- y el que se emplea para guardar nuestras apps y documentos, pero a la larga el resultado es el mismo: nadie no abasto para abastecer al siempre apresurado microprocesador.)
Ahí es donde entra la RAM. El cerebro electrónico sólo dialoga con la RAM, porque es mucho más veloz y puede seguirle el ritmo. Cuando ejecutamos un programa, vemos una foto o editamos un texto, toda esa información debe cargarse primero en la RAM. Y allí se queda, grosso modo, mientras ese programa se ejecuta o vemos esa página de texto, esa foto, ese video en Facebook, y sigue la lista.
Una manera clásica de representar a la RAM es con la analogía del pizarrón. Podemos ser muy buenos haciendo cuentas a mano, pero si el pizarrón tiene 15 centímetros de lado, vamos a perder una enormidad de tiempo borrando para hacernos lugar para la siguiente tanda de cifras.
Si el microprocesador es el cerebro electrónico del equipo, la memoria RAM es su mente.
Estoy dejando de lado una cantidad de cosas, como habrán advertido los técnicos, por varios motivos. El primero es que la administración de memoria es un asunto sumamente complejo. El segundo, que en el momento de comprar un teléfono inteligente (o una PC, una notebook, etcétera) esos detalles no cambian una máxima inalterable de la computación: cuanta más memoria RAM, mejor.
A propósito, las siglas RAM vienen de Random Access Memory (memoria de acceso aleatorio), porque puede leerse o escribirse cualquier posición de memoria sin pasar por las intermedias. Así que poner memoria RAM es un poquito redundante, aunque tal vez resulta más claro. Otra cosa: por supuesto que el cerebro electrónico importa, pero, como ocurre en general con las computadoras, los equipos traen más poder de cómputo del que la mayoría necesita (la mayoría del tiempo). Es una de las razones por las que los fabricantes de microprocesadores para PC están en crisis. Uno de las principales razones para actualizar una computadora se ha desvanecido.
¿Cuánto es suficiente?
Por cierto, como ningún presupuesto es infinito, la máxima antedicha debe ponerse en contexto. En 1981, 1 gigabyte de RAM (mil millones de bytes) era un monto inconcebible. Habría costado mas de 6 millones de dólares.
Por eso, la primera PC de IBM venía con tan poco como 16 kilobytes (16.000 bytes); es decir, 62.500 veces menos que un smartphone básico o 250.000 veces menos que uno de alta gama.
Poco más de una década después, en 1995, cada megabyte de RAM costaba 100 dólares. O sea que la cantidad de memoria en un teléfono básico de ahora habría costado 100.000 dólares (160.000 de hoy). El año es significativo porque Microsoft lanzó Windows 95, el primer sistema para PC que requería cantidades enormes de memoria. Enormes, se entiende, para la época: andaba con 4 megabytes (mil veces menos que una notebook actual), pero se recomendaban 8 (¿se acuerdan cuando le envidiábamos la PC a ese amigo porque tenía 8 MB de RAM?). Dicho en dinero, hacía falta invertir casi 14.000 pesos (de hoy) sólo en memoria para que Windows 95 funcionara aceptablemente.
Desde entonces, el software se ha vuelto más complejo, el hardware cumple funciones que hace 30 años eran impensables y, gracias a que el costo de la RAM ha ido bajando de forma consistente, el hábito de ahorrar memoria de los años fundacionales de la computación (hablo de los '50, '60 y '70) se ha mayormente abandonado.
Por supuesto, se busca dentro de lo posible que las aplicaciones usen la menor cantidad posible de RAM, pero, dicho simple, los programas y documentos son gigantescos (en comparación). No sólo eso. Las nuevas versiones de los programas tienden a ocupar más espacio de disco y más memoria. O sea que comprar un monto de RAM que parece excesivo es en realidad una manera muy efectiva de extender la vida útil de un equipo.
Más aún: la tasa de recambio de los smartphones ha ido ralentizándose, por lo que si querés que te dure dos o más años, es mejor pagar por un modelo con más memoria. Mi Galaxy S4 funcionó sin darme motivos de queja (salvo su cámara) durante casi cuatro años. Y todavía es mi muleto, en caso de le pase algo al principal. ¿El secreto? Tiene 2 GB de RAM. En su momento, era un lujo. Hoy los nuevos iPhone no tienen ninguna edición con menos de 2 gigabytes de memoria.
Con el doble de esa cantidad, mi teléfono actual marcha siempre como seda (eso es lo importante, que siempre funcione así). Y como pueden imaginarse, no soy un usuario piadoso. No porque sí ya hay teléfonos con 6 y hasta 8 GB de RAM. ¿Parece mucho? A mí no. Y es por algo.
OK, ¿pero por qué se pone lento tu teléfono?
Ahora, vamos a la pregunta del título. Si las computadoras o los smartphones inteligentes se apagaran automáticamente cuando ya no les queda memoria RAM libre, toda esta discusión no existiría. Pero, por obvias razones, esto no ocurre. Aún cuando este insumo clave, la RAM, esté por completo ocupada, siguen andando. Mal, pero siguen. Echando mano de diferentes trucos (cuya complejidad también excede estas líneas), las computadoras se sirven del almacenamiento para liberar memoria. Es ahí donde ese equipo que venía funcionando de forma fluida y ágil empieza a tartamudear, tarda en reaccionar, los programas no abren o no responden y, llegado el caso, presentan mensajes de advertencia. Todos conocen la sensación.
La razón es prístina. La memoria RAM es muchísimo más rápida que los SSD y los discos duros. Dejando de lado un montón de factores (latencia, cantidad de ciclos de escritura y otros), tan pronto como una máquina debe ponerse a enviar datos de la memoria al disco para liberar RAM, todo se empantana. A propósito, aquí, una discusión interesante en Quora sobre este asunto.
Ahí es donde, como hicimos en otra época con las PC, recurrimos a un programa que, supuestamente, libera memoria. Pero hay un problema. Cualquier sistema va a tratar (grosso modo) de tener lo que usamos con más frecuencia en la RAM. ¿Por qué? Porque va a ser mucho más rápido acceder a esos bits si están en memoria que si hay que tomarlos del Almacenamiento, subirlos a la RAM y de allí pasárselos al cerebro electrónico. O sea, estos programas dan la sensación de que logramos algo, pero en unos pocos minutos el sistema operativo hizo los deberes y trató de usar toda la RAM disponible.
Pueden hacer esta prueba con una notebook. Arranquen cualquier programa más o menos grande. Cuando termine de cargar, ciérrenlo. Dejen la máquina sin hacer nada, digamos, 5 minutos. Vuelvan a correr el mismo programa. La máquina no leerá el disco y el programa aparecerá casi instantáneamente en pantalla. En una PC, en lugar de 10 minutos, pueden dejarla ociosa (pero encendida) durante 10 horas, y el efecto será el mismo.
Sutilezas y tecnicismos aparte, los veteranos saben que durante los últimos 30 años una regla se ha mantenido inalterable: hay que comprar de entrada mucha RAM. Es una salvaguarda no sólo contra el paso del tiempo (recuerden: el software tiende a crecer), sino también para las aplicaciones que sufren fugas de memoria (es decir, que usan memoria y luego no la devuelven).
Mi receta personal es la siguiente. Para un usuario muy tranquilo, que usa Facebook y Whatsapp y no mucho más, 1 GB es el piso mínimo.
Para el que usa sólo Facebook y WhatsApp, pero tiende a tentarse con algún jueguito y necesita navegación satelital, no menos de 2 GB. Es en serio.
Para un usuario promedio, corporativo, que tiende a hacer todo y un poco más con su smartphone, mi mejor consejo es arrancar en 3 GB o usar uno de 2 GB con mucha prudencia. Prudencia significa no instalar 400 aplicaciones, porque muchas van a correr servicios en segundo plano que, obviamente, consumen memoria. Aquí hay que sumar todo lo que telefónicas y fabricantes les meten a los teléfonos, que también consume RAM, y que en general o no usamos o sirve de poco y nada.
Por último, para el usuario que ignora los límites operacionales, que quiere todo y lo quiere ahora, el piso de RAM es de 3 GB. Y cuatro me gustaría más.
Fuente:
Torres, A. (2017). Claves para entender por qué tu teléfono se pone lento. La Nación. [online] Disponible en: http://www.lanacion.com.ar/2042856 [Acceso 15 Jul. 2017].
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Gustavo